JOSÉ SÁNCHEZ DEL RÍO CRISTERO.
Al contar con el permiso de sus padres, José acudió al Gral. Ignacio Sánchez Ramírez, que era el jefe cristero de la región de Sahuayo, en donde ya estaba enrolado como cristero su hermano mayor, Miguel. José quería alistarse en esas filas, pero por su corta edad no fue admitido, entonces con gran tenacidad él siguió insistiendo con otros jefes cristeros de las regiones cercanas, hasta que decidió ir personalmente a entrevistarse con el que operaba en la región de Cotija, para exponerle su gran deseo de ayudar a la causa de la defensa religiosa. En el verano de 1927, con ayuda de sus tías María y Magdalena, hermanas de su padre, emprendió el camino a Cotija para entrevistarse con el Gral. cristero Prudencio Mendoza, y hacerle su petición de viva voz, partió a Cotija junto con José Trinidad Flores Espinosa, que también quería enrolarse en las filas revolucionarias.
El General Prudencio Mendoza tenía tres retenes para llegar a su cuartel general, en medio de mil peripecias, juntos, hicieron el viaje, logrando pasar los tres retenes antes de llegar al cuartel general, aunque en cada uno los vigilantes trataron de disuadirlos de sus propósitos, diciéndoles que era mejor que se volvieran porque para el movimiento no servirían por su juventud, que iban a ser un estorbo y que no aguantarían las vicisitudes.
Camino de unirse al contingente del Gral. cristero Prudencio Mendoza, cayeron en manos del enemigo que pudieron devolverlos a Sahuayo, la ingenuidad y sinceridad demostrada los convenció de dejarlos seguir. Llegados al lugar denominado "Plan de barrancas" habitado por los cristeros que tenían que ser desconfiados por su seguridad, para no admitir espías, lograron convencerlos que su ofrecimiento de cristeros era real y los dejaron pasar.
Cuando lograron llegar ante el Gral. Mendoza, los escuchó y les dijo que su edad no era todavía suficiente para optar por ese tipo de vida que era muy duro. Entonces José contestó que si no tenía fuerzas suficientes para cargar el máusser, por lo menos ayudaría a los soldados quitándoles las espuelas, engrasando las armas, preparando la comida, pues sabía cocer y freír los frijoles, y también ayudaría a cuidar los caballos. Viendo la firmeza de su resolución y la sinceridad en su ofrecimiento, el Gral. Mendoza los admitió y los puso a las órdenes del jefe cristero Rubén Guízar Morfín que estaba al frente de las fuerzas que operaban por el rumbo de Cotija.
A partir de ese momento la ocupación de José fue servir y lo hizo siempre con una actitud de caridad y disponibilidad admirable, que muy pronto se ganó la simpatía y la estima de todos. A pesar de su corta edad eran notables su fervor religioso y su intrepidez, por lo que una vez cumplidas las condiciones establecidas, aceptaron que se quedara al servicio de la causa.
Los que lo conocieron como cristero han afirmado, que de pronto lo admitieron para que se convenciera que no eran de mucho provecho para la causa sus servicios, pero en poco tiempo con su vida de gracia, de piedad y caridad; logró conseguir el aprecio y hasta le pusieron el mote de "Tarsicio", comparándolo con el Tarsicio romano. Su ocupación fue servir: atender la caballada, aceitar los fusiles, ayudar a preparar los alimentos y toda clase de servicios, y con una alegría que daba gusto el convivir con él. Les robó el corazón, así que aceptaron que se quedara al servicio de la causa.
En vista de que las autoridades civiles y militares perseguían y hacían daño a los familiares de los cristeros, José quiso que a partir de su unión a las tropas lo llamaran José Luis para proteger a su familia que era conocida y de dinero. Por eso todos sus compañeros cristeros lo conocieron como José Luis.
A José como un signo de confianza el Gral. Guízar Morfín, lo nombró su clarín, para que estuviera a su lado transmitiendo sus órdenes a la gente y como abanderado de la tropa.
Sus compañeros recuerdan que les decía: "Hay que pelear con fe" y si algún día morimos, allá arriba nos veremos».
Pbro. José Luis Villaseñor Castellanos.