JOSÉ OBLIGADO A PRESENCIAR EL AHORCAMIENTO DE SU COMPAÑERO DE PRISION.
Su muerte y la de Lázaro, su compañero de prisión, eran seguras. Cuando su tía María les envió el almuerzo, Lázaro no quería comer, pero José lo animó diciéndole: "Vamos comiendo bien, nos van a dar tiempo para todo y luego nos fusilarán. No te hagas para atrás, duran nuestras penas mientras cerramos los ojos".
Fue tal el valor que le infundió a su compañero que ese mismo día a las 5.30 de la tarde, sacaron a los dos prisioneros de la parroquia y los llevaron a la plaza principal al lado poniente donde colgaron a Lázaro de un árbol que estuvieron utilizando para las ejecuciones, al llegar éste al lugar en que iba a ser ahorcado, se santiguo, miró al cielo y dijo: “Ya estoy dispuesto” y lo colgaron. José fue obligado a estar junto al árbol y presenciar la muerte de su amigo. Entonces se dirigió a los verdugos y con gesto enfático les dijo: "¡Vamos, ya mátenme!". Luego, cuando creyeron muerto a Lázaro, bajaron el cuerpo y lo arrastraron al cementerio, ahí el encargado del panteón Luis Gómez les dijo que podían irse que él se encargaría del entierro, porque se había dado cuenta que todavía estaba vivo y quería salvarlo. Al caer la noche sacó del panteón a Lázaro con gran sigilo y le dijo que escapara a toda prisa. Así lo hizo logrando huir, pero unos días después volvió a unirse a las tropas cristeras.
En cuanto a José, sólo quisieron asustarlo y lo volvieron a encerrar en la parroquia. Lo tuvieron preso en el baptisterio y por la pequeña ventana que da a la calle se asomaba de vez en cuando para ver pasar a la gente y los saludaba. Algunas personas lo reconocían y a veces
platicaban con él. Ellos aseguran que José estaba tranquilo y pasaba el tiempo rezando el rosario y cantando alabanzas a Dios: “Al Cielo, al Cielo, al Cielo quiero ir”, y gritando constantemente ¡Viva Cristo Rey! Y ¡Viva la Virgen de Guadalupe!.
Pbro. José Luis Villaseñor Castellanos.